Gazapos archivísticos (II): ¿documentación bibliográfica?

La constante vigilancia del archivero José Luis3  Muñoz, a quien podríamos considerar un miembro de honor del «escuadr4ón caza gazapos archivísticos», ha permitido la localización de un nuevo artículo de prensa en el que la confusión en la utilización del lenguaje -preferimos pensar esto a creer que se trata de poco conocimiento sobre lo que se está relatando- ha hecho cometer un nuevo error a su redactor.

Así, en el diario ABC fue publicado el día 25 de julio un artículo con el siguiente titular:

Hasta aquí no parece haber problema archivístico alguno (no discutiremos otro tipo de errores) en el titulo, en el que, por otra parte, se toma como reclamo, como es habitual, la digitalización de documentos, algo que «vende» mucho y que, por lo tanto, no nos debe extrañar. Pero… ¿cuándo un titular incluirá los procesos de organización y descripción, teniendo en cuenta que no se debe digitalizar -salvo en casos muy excepcionales- sin realizar esas tareas técnicas previamente? Bueno… esa es otra batalla.

Pero no nos desviemos. Volviendo a nuestro gazapo, no obstante, hay que señalar que el error primero tiene su origen en la página web del Ayuntamiento de Cáceres donde el 12 de julio fue publicado:Hasta aquí todo bien. El gazapo es localizado en la primera frase del texto municipal: …El Archivo Histórico Municipal de Cáceres, que recopila documentos desde 1258 hasta 1950, ya tiene digitalizados el 80 por ciento de sus fondos bibliográficos

Esta entradilla es reiterada en el artículo de prensa que nos ha dado a conocer José Luis Muñoz a través del grupo de Archiveros en facebook. Por tanto, a partir de este párrafo municipal, días más tarde la prensa (20minutos.es, ABC) se hizo eco de esa digitalización en términos muy similares a los difundidos por el consistorio: …El 80% de los fondos bibliográficos del Archivo Histórico de Cáceres, que recopila y guarda documentos desde 1258 hasta 1950, ya están digitalizados…

De este modo, de ser correcta esta entradilla del artículo, no sólo se conservarían fondos bibliográficos generados en el siglo XIII, sino que se contempla como documentación bibliográfica, entre otros, una colección de pergaminos medievales. Recordemos que la imprenta, y, por tanto los primeros libros impresos, surgieron -salvando algunos antecedentes históricos- a mediados del siglo XV. Por lo tanto, encontrar lo que entendemos como documentos bibliográficos en el siglo XIII sería un poco complicado.

Pero, finalizamos de manera optimista con una versión de la noticia más acertada. La publicada en digitalextremadura.com el mismo día 12 de julio, en la que no se hace alusión alguna a fondos bibliográficos, hecho que confiere mayor claridad y pertinencia a la noticia:Es evidente que todavía no existe una buena asimilación de los conceptos básicos de la archivística ni de cuál es el objeto de estudio y trabajo de la misma. Confundir un libro, un documento bibliográfico, con un documento de archivo -a pesar de que en algunos fondos y colecciones de archivo hay libros impresos, especialmente cuando éstos están anotados- no es un error simple y pone de manifiesto el desconocimiento que, en líneas  generales, existe con respecto a la disciplina documental de manera general, hecho que redunda negativamente sobre su valoración y apreciación por la sociedad.


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Gazapos archivísticos (I): archivos y documentos

No cabe la menor duda que el lenguaje escrito constituye una de las herramientas más eficaces para comunicar mensajes. Sin embargo, en muchas ocasiones ese lenguaje lo utilizamos un poco a la ligera llegándose a cometer errores que pueden desvirtuar la idea original que se pretende comunicar. Esos deslices pueden ser muy habituales cuando, quienes no están habituados a la terminología propia de una disciplina, emplean los términos técnicos o específicos de dicho ámbito. En el medio archivístico es relativamente habitual el empleo de términos con acepciones y matices muy sutiles. El caso de «organizar», «clasificar» y «ordenar» es todo un clásico, al ser verbos utilizados habitualmente de manera indistinta por los hablantes a nivel general, si bien los archiveros sabemos que responden a acciones muy diferentes entre sí. Pues bien, al igual que existen observatorios que velan por el adecuado empleo del lenguaje a nivel general, nosotros nos proponemos poner en marcha el «escuadrón caza gazapos archivísticos».

Comenzamos esta nueva sección tomando como punto de partida un término tan importante para nosotros como «archivo» que hemos localizado mal empleado en un titular periodístico hace escasas fechas. En este sentido, la puesta en marcha, por parte del Gobierno de Canarias, de una iniciativa dirigida hacia la localización de documentos relacionados con Canarias en archivos foráneos a la geografía insular ha dado lugar a numerosos artículos en la prensa local. Entre éstas crónicas hallamos una, publicada en el diario «La provincia», en la se eligió el siguiente titular para introducir la noticia:

Titular 2000 archvosDesde luego, habría estado muy bien que se localizaran nada menos que 2.000 archivos relacionados con la historia de Canarias, entre otras cosas eso querría decir que, con un poco de suerte, habría 2.000 archiveros más ejerciendo su actividad laboral. Sin embargo, la realidad de la noticia, como ya habrán adivinado los sagaces archiveros, es bien diferente, habiéndose hallado no 2.000 archivos, sino 2.000 documentos relativos a la historia de Canarias. Aquí, en el empleo de «archivo» en lugar de «documento» reside el error.

Si tomamos como referencia el DRAE, un archivo -en su primera acepción- es el «…conjunto ordenado de documentos que una persona, una sociedad, una institución, etc., producen en el ejercicio de sus funciones o actividades…»; mientras que, según el mismo diccionario, un «documento» es un «…diploma, carta, relación u otro escrito que ilustra acerca de algún hecho, principalmente de los históricos…».

Si deseamos una definición más técnica podemos acudir al Diccionario de terminología archivística editado por el Ministerio de Cultura (España). En este repertorio se define «archivo» como el «…conjunto orgánico de  documentos producidos y/o recibidos en el ejercicio de sus funciones por las personas físicas o jurídicas, públicas y privadas…»; y el «documento» es identificado con «…toda expresión en lenguaje natural o convencional y cualquier otra expresión gráfica, sonora o en imagen, recogidas en cualquier tipo de soporte material, incluso los soportes informático…».

Como podemos comprobar las  definiciones que ofrecen ambos diccionarios, aunque presentan ciertos matices diferenciadores significativos -como el hecho de que el «documento» sea para la RAE solo un «escrito» y, además, «especialmente histórico», restringiendo el significado más amplio que ofrece el diccionario archivístico-, lo cierto es que utilizando cualquiera de estos recursos terminológicos (DRAE-D. Archivístico), las diferencias entre «archivo» y «documento» resultan muy nítidas, en tanto en cuanto, un archivo está integrado por documentos. De esta manera, no son términos intercambiables ni sustituibles, contando cada uno de ellos con un significado específico.

Y volviendo al titular que nos sirve de referencia ¿cómo debería ser redactado para considerarlo adecuado? Simplemente como lo ha hecho la agencia Europa Press:

Titular 2000 documentos Europa Press.jpgCon este titular nos quedamos más tranquilos, puesto que 2.000 documentos son perfectamente abarcables, pero ¿2.000 archivos? Sería, sin duda, un motivo de alegría hallar 2.000 archivos relacionados con Canarias, pero sería complicado tener acceso a ellos en un país donde ni siquiera todos los municipios cuentan con un archivero.

Pero… ¿cuál puede ser el origen el error terminológico? ¿Desconocimiento? ¿Confusión con respecto al lenguaje informático en el que muchas veces se emplean de manera indistinta y coloquialmente los términos «archivo» y «documento»? ¿Intento de hacer una variación -a todas luces errónea- en relación al titular de la agencia de noticias? Posiblemente la razón sea ésta última, puesto que en el cuerpo del texto del artículo, paradójicamente, no vuelven a aparecer los 2.000 archivos, sino que ya, para nuestra tranquilidad, se transforman por arte de magia en lo que son: 2.000 documentos.


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Archiveras grandes, fuertes e inteligentes

«…Las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes…». Estas palabras tan poco acertadas fueron pronunciadas recientemente en el Parlamento Europeo, como todos sabemos, por el polaco Janusz Korwin-Mikke. Bueno, eso de «….poco acertadas…» se queda corto…muy corto, y es difícil encontrar, sin llegar a la vulgaridad a la que él ha llegado, un calificativo adecuado que pueda representar esta tremenda y machista barbaridad.

Hoy, 8 de marzo, que celebramos el Día Internacional de la Mujer, este tipo de intervenciones quedan, cuando menos, fuera de lugar. No obstante, el hecho de que en el año 2017 todavía haya quien piense de esa manera y se atreva a verbalizarlo, resulta preocupante, ante todo porque mucho me temo que este eurodiputado no está solo en la vida: tiene seguidores y eso es muy alarmante.

Sin duda, el diputado polaco, poco debe respetar a sus colegas de cámara y, por extensión, mucho ha de despreciar a todas las mujeres. Desde aquí vamos a intentar que salga de su terrible error poniendo como ejemplo, con permiso de todas ellas, a unas mujeres profesionales, cultas y lúcidas a las que conozco un poco: las archiveras. ¿Quiénes pueden ser consideradas entre las pioneras en nuestro ámbito archivístico? ¿Quiénes son verdaderas maestras de las que hemos aprendido? ¿Quiénes han despertado en muchos de nosotros nuestro interés por la archivística? Ni más ni menos que muchas mujeres como Antonia Heredia o Vicenta Cortés, por nombrar a las más conocidas. Desde luego, su experiencia, proyectos e investigaciones hablan por sí mismas: nunca podría calificarlas de  mujeres «pequeñas» en ningún ámbito de su vida profesional, que es de lo que aquí se trata. Pero, además… ¿Quiénes participan de manera activa y constante en congresos, jornadas y encuentros de archivos y documentación?  ¿Quiénes mantienen un nivel intelectual elevado en debates archiveros? ¿Quiénes están comprometidas en asociaciones profesionales? Pues sí, ellas, las archiveras. Siempre me he preguntado el motivo por el que «archivística» y «archivología» son sustantivos femeninos. Pero claro, no podía ser de otra forma.

Cerca del centro de documentación en el que trabajo, donde por cierto y solo por casualidad todos los trabajadores somos hombres, hay dos centros archivísticos en los que, por el contrario, casi todas son mujeres: el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas y el Archivo Diocesano. ¿Mujeres pequeñas, débiles y poco inteligentes? ¡Ay, si viniera el polaco por aquí! ¡Se iba a enterar! No solo son grandes, fuertes y listas, sino las mejores compañeras de profesión que siempre están ahí cuando hay algo que resolver… porque sí, señor polaco…los hombres también tenemos debilidades y también necesitamos, más de una vez, la lucidez y colaboración de las mujeres tanto en lo personal como en lo profesional.

Nadie tiene que salir a defender ni a las mujeres ni a las archiveras. El pequeño y débil es ese innombrable diputado. Porque para talento, sin duda el demostrado día tras día por todas esas mujeres a las que ha tratado, sin conseguirlo, de denigrar; y, para fortaleza, la manifestada por todas esas mujeres que, además de tener que demostrar día tras día su valía, tienen la mala suerte de escuchar cosas como las salidas de la mediocre cabeza de un hombre tan pequeño, tan débil y tan escaso en inteligencia.

¡Feliz día internacional de la mujer!

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«El inquisidor», de Patricio Sturlese: los papeles de la Inquisición y la literatura (II)

inquisidorLa Inquisición es una institución que, por sus peculiaridades y procedimientos, ha atraído la atención de numerosos escritores, convirtiéndose esta histórica jurisdicción especial en el eje en torno al cual giran numerosas tramas noveladas, aunque no siempre el rigor histórico esté presente. De sobra está señalar que la fortuna histórica de las obras de ficción no es fruto de la casualidad, sino que tiene en la consulta de monografías sobre el tema y en el acceso a documentos históricos generados por la propia institución –y hoy conservados en archivos– sus pilares básicos.

En esta ocasión nos detendremos en la novela “El inquisidor”, escrita en 2007 por el argentino Patricio Sturlese. No nos encontramos ante un relato sobre la Inquisición Española, sino que nos enfrentamos a la lectura de una historia novelada que tiene en la Inquisición Romana su referente directo inmediato. Eso sí, sea la Española o la Romana, no faltan en esta novela, la intriga, el asesinato, el misterio, la brujería, los personajes enigmáticos y los secretos, profundizándose en esa constante relación que parece existir entre todas esas categorías, los documentos históricos y la literatura. Porque, en efecto, la trama, ambientada en los años finales del siglo XVI, gira en torno a la búsqueda de unos célebres manuscritos satánicos: el Necronomicón y el llamado manuscrito esmeralda, dos textos complementarios que otorgarían un gran poder a aquel maligno jefe de los brujos que consiguiera fusionarlos. Angelo DeGrasso, inquisidor general de Liguria y, por tanto, responsable de luchar contra la herejía en su jurisdicción, será el encargado de llevar este complejo proceso y, desde el primer momento, reconocerá la necesidad de documentarse sobre los antecedentes del tema visitando el archivo del Santo Oficio:

«…la búsqueda del proceso me llevó un buen rato. Era de esperar, pues eran muchas las causas archivadas…(…)…todo se reunía aquí, cada uno de los juicios llevados a cabo por la Inquisición se asentaba para luego ser archivado; la crónica de cada uno de los que habían caído en desgracia ante la Iglesia se encontraba en estos anaqueles» (p. 38).

A pesar de todo resulta extraño que la búsqueda le llevara «…un buen rato…», porque es conocido el celo con el que los inquisidores llevaban los archivos. Mantener el depósito de documentos organizado y confeccionar los índices onomásticos eran herramientas básicas para facilitar el trabajo procesal y para ejercitar el control de la ortodoxia religiosa, por lo que es fácil imaginar esos anaqueles abarrotados de papeles, aunque siempre organizados de manera adecuada. Pero, sobre todo, es muy acertada esa imagen a través de la que se identifica la institución con su archivo, ya que, como nos informa el autor, la crónica de todos los que habían caído en desgracia se encontraba en esos anaqueles.

Fondo Inquisición de Canarias. Archivo de El Museo Canario (Es 35001 AMC/INQ/CB-008)

Fondo Inquisición de Canarias. Archivo de El Museo Canario (ES 35001 AMC/INQ/CB-008) © El Museo Canario

Es precisamente de esas estanterías desde donde tomaría Sturlese su inspiración para describir las explícitas y duras escenas de tormento (pp. 80-88), así como para representar la escena del auto de fe (pp. 151-174) que concluye con la relajación a la justicia secular de los condenados a la hoguera. Pero, no cabe duda que la persecución de la brujería es el tema central de este relato. Las referencias a cultos y manifestaciones demoníacas son habituales, aludiéndose en varias ocasiones a los pentágonos, pentagramas o estrellas de cinco puntas, símbolo utilizado por los magos para conjurar espíritus de maldad. Esa imagen, que es hallada  dibujada en varios documentos a lo largo del libro, no es una ficción y, de este modo, podemos encontrarla en nuestros archivos, como sucede con el pentágono y círculo salomónico que forman parte de un grimorio confiscado por la Inquisición de Canarias y hoy preservado formando parte del archivo que de esta institución se conserva en El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria).

Pero será la búsqueda del Necronomicón la empresa que llevará a nuestro inquisidor a un largo viaje de ida y vuelta desde Italia a América. Nos gustaría afirmar que este volumen nigromántico fue un libro de origen medieval prohibido por la Iglesia. Estaría bien que el libro se conservara en al actualidad formando parte de un archivo, pero lo cierto es que fue una invención de otro escritor, H. P. Lovecraft, y sería utilizado como motivo de otros relatos por otros narradores, como en el caso que nos ocupa. No obstante, libros similares a este Necronomicón debieron existir y, con toda probabilidad, serían perseguidos por los inquisidores, con lo que la búsqueda de este ejemplar puede simbolizar todos esos otros libros prohibidos y confiscados por la Inquisición a lo largo de su historia. El control de la lectura llevaba al control de las ideas que los libros contenían y, por tanto, fue uno de los medios utilizados para velar por la ortodoxia y la lucha contra la herejía.

Brujos, brujas y brujería. Libros prohibidos, círculos mágicos y demonios. Herejía, tormento, autos de fe y hogueras. Inquisidores, documentos, sectas, intrigas, asesinatos y misterios. Sin duda alguna, la historia contenida en los archivos ofrece fuentes de inspiración inagotables para los novelistas. Archivos y literatura una alianza que nos enriquece a todos.


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Diálogos cinemarchivísticos (III): Erin Brockovich

erin-brockovich1Vuelve a «El archivo: la gestión de la memoria» nuestra sección Diálogos cinemarchivísticos. Lo hacemos a través de Erin Brockovich, película, basada en una historia real, dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por Julia Roberts, ganadora del Oscar, el Bafta y el Globo de oro a la mejor intepretación femenina en el año 2001. La compleja vida de Erin Bockovich, su desesperada búsqueda de trabajo, su incorporación  laboral a un bufete y la investigación que lleva a cabo en relación con las negativas repercusiones que tienen en la salud las aguas contaminadas, dan vida a un film en el que los documentos están constantemente rodando sobre la pantalla, evidenciando el importante papel que éstos desempeñan en cualquier investigación.

Nuestro diálogo cinemarchivístico surge en el momento en que Erin Brockovich decide acudir a solicitar trabajo en un gabinete jurídico:


Erin Brockovich: Soy lista, trabajo duro y no pienso irme de aquí sin un empleo… No me haga suplicarlo…si no sale bien despídame…No me haga suplicarlo.
Jefe: Sin prestaciones.
Empleada del bufete
: Lo que hacemos en este departamento es archivar todos los casos, de ese modo siempre sabemos el destino de cada expediente, o sea en qué lugar de la oficina se encuentra. Aquí ordenamos los expedientes por orden alfabético.
Erin Brockovich: Es bastante sencillo.
Empleada del bufete: Esta será su mesa.


 Tras una breve discusión Erin Brockovich consigue su objetivo: trabajar en el bufete. En un primer momento, llama la atención cómo la protagonista del film es derivada a la sección de archivo de la entidad jurídica. Su escasa formación lleva al responsable de la empresa a considerar que el trabajo de archivo sería el único que podría llevar a cabo, dejando a los profesionales de este sector en un lugar muy poco deseable. No obstante, no debe resultar extraño que se considere que su  lugar está en el archivo porque cuántos de nosotros hemos tenido que contestar a preguntas como…¿ah! pero es necesario estudiar y especializarse para trabajar en un archivo? Pero… ¡venga hombre, si cualquiera puede hacer ese trabajo! Por lo tanto, en esta ocasión la realidad es trasladada a la ficción  cinematográfica como una proyección de la opinión -a todas luces errónea- que tiene una gran parte de la sociedad.

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Erin Brockovich (Julia Roberts) en el archivo.

Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, del diálogo seleccionado se desprende lo importante que es el archivo -mucho más que simplemente ordenar-, porque archivando «…sabemos siempre el destino de cada expediente». Teniendo en cuenta lo importante que es para cualquier empresa tener controlada la información y los documentos que la contienen, y que sea la función del archivero la que permite hallarla en cualquier momento, pone de relieve el trascendental trabajo que esta sección lleva a cabo. ¿Cómo es posible entonces que a alguien sin experiencia y, sobre todo, sin formación en este campo se le adjudique este trabajo?  Pues sí, es posible y ha ocurirdo -y ocurre todavía- incluso fuera del cine.

Podría considerarse, en defensa de los guionistas, que el trabajo que ha de desarrollar la inteligente Erin Brockovich no es literalemente el de archivera, derivando su personaje a lo largo del metraje hacia el papel de investigadora. Sin embargo, consideramos que la imagen que se ofrece de los archiveros a los espectadores no es del todo nítida, pudiéndose dar a entender que para archivero cualquiera vale y que la sección archivística de una institución, empresa u organismo no requiere profesionales debidamente formados. Sin duda, nada más lejos de la realidad.


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“El último secreto”: bibliotecas muy «archivísticas»

ultimo-secretoLa biblioteca archivística de «El archivo: la gestión de la memoria» ha crecido este verano con la novela  «El último secreto», obra del portugués José Rodrigues dos Santos. En la literatura de ficción, como ya hemos tenido posibilidad de comprobar a través de otros comentarios realizados en este mismo blog, los archivos y bibliotecas se convierten en el inspirador escenario elegido por los autores para situar sus acciones. La antigüedad de los manuscritos e impresos, el silencio,  el aroma avainillado que desprende el papel, el especial atractivo que despiertan los oscurecidos depósitos, están entre las razones que con toda probabilidad atraen a los escritores hacia estos espacios. Así, una biblioteca se convierte en el escenario de un crimen o un archivo en el lugar idóneo para hallar pistas sobre cualquier acontecimiento investigado por la policía, hechos, por otra parte que contribuyen a la difusión de estas unidades de información a través de la literatura.  “El último secreto”, novela de la que nos ocupamos en esta ocasión, participa de todos estos lugares comunes, si bien presenta algunos elementos que hacen de éste mucho más que un relato meramente “archivístico”, al girar la acción final, sin que desvelemos su gran «secreto», en torno a los estudios genéticos y la clonación…clonar ¿a quién o qué?…el desenclace lo conocerán leyendo la novela.

“El último secreto” arranca con algunos elementos que se convertirán en verdaderos indicios de los derroteros por los que discurrirá la acción novelada: una paleógrafa, un asesinato –al que se sumarán más muertes violentas de investigadores y científicos- , la Biblioteca Vaticana  – a la que se añadirán algunos otros centros documentales- y  el Codex Vaticanus. A partir de esta tétrada de partida (paleógrafa-biblioteca-códice-asesinato) discurrirá una historia de ficción, con una sólida base histórica, en la que Jesucristo, su naturaleza y su  vida se convertirán en el eje central de la narración recurriendo el autor, como eje vertebrador, a la confrontación de lo contenido en diversos y antiguos manuscritos y códices bíblicos.

Bibliotecas con fondos archivísticos
En «El último secreto» no son protagonistas los centros archivísticos. Lo son las bibliotecas en las que se custodian fondos de archivo y documentos singulares manuscritos de naturaleza archivística. Por todos es conocido que son numerosas las bibliotecas en las que a lo largo del tiempo  han ingresado por diferentes vías -depósito, comodato, donación, adquisición- documentos archivísticos. Durante mucho tiempo a esos manuscritos se les concedió un tratamiento casi bibliográfico en razón del lugar en el que se conservaban -una biblioteca-, si bien en la actualidad afortunadamente ya son sometidos a los procesos técnicos propios de la disciplina archivística.

En la novela escrita por José Rodríguez dos Santos Biblioteca se alude básicamente a tres bibliotecas de reconocida historia y prestigio. En primer lugar el foco de atención se pone sobre la Biblioteca Apostólica Vaticana, en cuya sala de manuscritos se comete el primer crimen y en la que se conserva el Codex Vaticanus, texto de mediados del siglo IV, copia de los originales escritos por los autores de los textos canónigos del Nuevo Testamento.

La dublinesa Chester Beatty Library, es el lugar elegido por el investigador para estudiar un antiguo papiro bíblico que forma parte de la importante colección que de este tipo de textos conserva la biblioteca irlandesa. Si en el caso del Códex Vaticanus un permiso especial permitió a la paleógrafa asesinada consultar directamente el original, en el caso de la Chester Beatty Library, el estudioso ha de remediarse consultando el texto a través de la pantalla del ordenador, hecho que no hace sino poner de manifiesto que la conversión digital es una práctica habitual en todo el mundo y que, además permite no sólo la conservación de los originales sino la consulta simultánea de varios usuarios de un mismo documento.

Finalmente, debemos hacer una parada en la British Library y en la Biblioteca de la Universidad de Pensilvania (USA). Aunque no son visitadas por los protagonistas de la novela, sí son aludidas en las disquisiciones que sobre los textos bíblicos se producen a lo largo de la narración. La primera, la Biblioteca Británica, sale a colación porque en ella se conserva el célebre Codex Alexandrinus, manuscrito del siglo V, ofrecido por el patriarca de Alejandría al rey de Inglaterra.
Por su parte, la biblioteca americana adquiere especial significado como custodia del denominado Papiro o Pergamino P1, que, aunque coincide cercanamente con el Códice Vaticano, data del siglo III y conserva versículos del Evangelio según San Mateo.

En definitiva, este recorrido literario a través de estas «bibliotecas» acerca al lector a la documentación archivística contribuyendo a difundir esa idea de unidad de información en la que se conservan materiales de diferente naturaleza, origen  y tipología…porque mientras cada tipo de documento sea respetado, tratado y procesado como lo que es, no deben existir problemas de convivencia.


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«El patrimonio arquitectónico perdido»: el archivo se expone en Las Palmas de Gran Canaria

Cines, teatros, escuelas, mercados, puentes, parques…¡hasta molinos de viento! están presentes en la exposición «El patrimonio arquitectónico perdido» organizada en Las Palmas de Gran Canaria con motivo de las Fiestas Fundacionales de la ciudad y coordinada por el personal técnico del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. Es de este centro archivístico del que proceden los planos que dan forma a una muestra en la que se presentan numerosas trazas arquitectónicas correspondientes a edificaciones que, o bien ya no existen, o nunca llegaron a construirse. De este modo, la pregunta ¿cómo era, o pudo ser, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria?,  queda respondida en una exposición en la que los documentos de archivo cobran vida y protagonismo.

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Panorámica de una de las salas del Castillo de Mata (Las Palmas de Gran Canaria) en la que se exhibe «El patrimonio arquitectónico perdido»

Así, los visitantes, desde el 14 de junio hasta el 31 de julio de 2016, no sólo tienen la posibilidad de acercarse a una nueva manera de ver la arquitectura en las dos dimensiones a que queda reducido su volumen sobre el plano, sino que, a través de la exhibición, queda constatada la importancia que posee el medio expositivo como forma de difusión de esos papeles que, conservados en un archivo, han sobrevivido al paso del tiempo formando parte de la historia del una urbe que ha cumplido 538 años.

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Pero, probablemente no todos los que visitan una exposición de documentos, ya sean manuscritos, figurativos o bibliográficos, son conscientes del trabajo que conlleva poner en marcha una iniciativa de este tipo. No hablo sólo de la selección del material a exponer o del especial cuidado que hay que tener para mostrarlo respetando la integridad física de cada unidad, sino de lo que es necesario para que esa selección pueda llevarse a cabo con garantías y… ¿por qué no?, de una forma ágil. Indiscutiblemente sin el trabajo técnico previo de organización y descripción montar buenas exposiciones archivísticas o documentales sería una tarea muy compleja. Los archiveros trabajan, entre otras cosas, no sólo para guardar la memoria, sino sobre todo para hacer accesible y difundir esa memoria que queda encerrada entre la masa documental. Sin duda, esa accesibilidad favorece montar exposiciones rigurosas. Instrumentos como el cuadro de clasificación, los inventarios, los catálogos, los índices… son los grandes aliados que, además de servir como instrumentos de control, hacen accesible los documentos y que, ante cualquier iniciativa expositiva, hacen más fácil el complejo trabajo de selección tanto para los archiveros como para culaquier investigador o comisario que desee hacer uso de la documentación en un contexto expositivo. Nuevamente nos encontramos con ese silente y escasamente valorado trabajo del archivero, sin el que estos otros trabajos paralelos, como las exposiciones, podrían realizarse, pero con menos garantías y rigurosidad.

Exposición

En primer plano, proyecto del Teatro-Cine Wiot, obra del arquitecto Eduardo Laforet, que nunca llegó a construirse, pero cuyo plano se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas formando parte del fondo municipal de Las Palmas de Gran Canaria.

Desde aquí inivitamos a todos a visitar esta exposición y agradecemos al personal técnico del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas responsable de la misma -las archiveras Noelia Pérez, Argelia Camino e Isabel Rúa Figueroa- el habernos acercado un segmento tan interesante de la historia de nuestra ciudad. Sin duda, los archivos esconden todavía muchos secretos en forma de documentos que es necesario dar a conocer.

Molino, tipología arquitectónica que ya no forma pate de la ciudad, proyectado por Francisco de la Torre.

Tipologías arquitectónicas, como los molinos de viento, solo sobreviven en el archivo.


Exposición: El patrionio arquitectónico perdido
Lugar: Castillo de Mata (C/ Domingo Guerra del Río, s/n, Las Palmas de Gran Canaria)
Fechas: Hasta el 31 de julio de 2016


Para saber más:
La ciudad rescata 50 planos de edificios desaparecidos de Vegueta y Triana (La Provincia, 14 de junio de 2016)

Los planos de una ciudad perdida (La Provincia, 18 de junio de 2016)

Planos de una ciudad olvidada (La Provincia, 18 de junio de 2016)


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#UnArchivoEs… Día Internacional de los archivos (2016)

Que #UnArchivoEs un espacio dedicado a la gestión de la memoria de la humanidad, ya sea remota, cercana e incluso cuando todavía casi ni es memoria, es una realidad innegable, por más que todavía, en pleno siglo XXI, haya que insistir en ello. Pero, de esa afirmación “…#UnArchivoEs un espacio dedicado a la gestión de la memoria”, lo que más sorprende a los no iniciados en el mundo de la archivística es, sin lugar a dudas, la incorporación del concepto de “gestión”. Lo de la memoria parece superado, sobre todo con esa propensión popular que existe a identificar, no siempre con acierto, “documento archivístico” con “documento antiguo”… pero lo de la “gestión” todavía no está lo suficientemente recocida como la verdadera labor de un archivero. Y sí, #UnArchivoEs un “archivo” precisamente porque es la gestión lo que está presidiendo la actividad central desarrollada en él. En caso contrario estaríamos hablando de un montón de papeles. Cuando clasificamos, ordenamos, describimos, diseñamos tablas de valoración y accesibilidad, establecemos cuáles deben ser las bases del flujo documental, etc… estamos gestionando y, al mismo tiempo, estamos dando forma a lo que #UnArchivoEs.

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Por lo tanto, #UnArchivoEs un espacio en el que se gestiona información y documentos, y al mismo tiempo, éstos se difunden y se hacen accesibles. En este contexto el archivero desempeña un papel central. ¿Puede un archivo “ser” sin la existencia de un archivero? La respuesta es un rotundo no. La presencia del archivero es indispensable para que, como profesional formado y especializado en la materia, sea diseñado un plan de acción adecuado a la naturaleza y especificidad de cada archivo y del trabajo que se ha de desarrollar en él.

En definitiva, #UnArchivoEs una unidad de información en la que se gestiona, difunde y hace accesible información y documentación sustentada en los más diversos formatos. #UnArchivoEs un espacio en el que reside la memoria, pero ante todo, #UnArchivoEs, o ha de ser, básicamente un servicio. Finalmente, todo indica que #UnArchivoEs la reunión de muchas historias, muchos sentires, muchos pesares, muchos acontecimientos, muchas imágenes, muchos sonidos… que con el trabajo del archivero se seleccionan, se clasifican, se ordenan, se describen y se hacen accesibles.

Feliz Día Internacional de los Archivos… ¡Qué todos los archivos sean!


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«El restaurador de arte»: intriga, pintura, restauración y archivos

«Eligió trabajar con la belleza del pasado en lugar de crearla en el presente»
(Julián Sánchez, «El restaurador de arte», p. 235)

El restaurador de arte El conjunto pictórico realizado por José María Sert para decorar la iglesia de San Telmo (San Sebastián, España) es el motivo central en torno al cual gira la novela  «El restaurador de arte«, escrita por Julián Sánchez -autor también de «El anticuario«-  y publicada en el año 2013.

Pero no estamos ante una novela sobre la pintura; ni ante una historia de pintores… No, no nos encontramos ante un relato tan simple. Por el contrario, aunque los magníficos y apabullantes paneles salidos de la inspiración de Sert inundan cada página del libro, lo puramente pictórico queda superado por una misteriosa trama dominada por un profundo secreto, por el tratamiento de una apasionante actividad profesional -la restauración de pintura-, por la presentación de varias historias de amor, por la combinación de espacios y tiempos diversos y superpuestos y, cómo no, por una interesante investigación en la que se entremezcla lo policiaco, lo histórico y lo humano.

Iglesia de San Telmo (San Sebastián) Natalia Ferrando

Iglesia de San Telmo (San Sebastián)
© Natalia Ferrando

Es esa investigación, como ya habrán adivinado, lo que hace posible que «El restaurador de arte» figure entre las páginas de este blog. En efecto, la necesidad de información llevará a los protagonistas -un escritor, un restaurador y una relaciones públicas- a visitar diversos archivos con la finalidad de acceder a las fuentes primarias que contribuyan a conocer las causas de una muerte producida en extrañas circunstancias y que, además, puedan arrojar un poco de luz sobre un oscuro secreto. Las pesquisas se realizarán en archivos públicos y privados, accediéndose a diversas tipologías documentales entre las que las actas, la documentación económica -especialmente las facturas-, y las cartas se erigirán en piezas clave. Las primeras –actas y facturas-, vinculadas con archivos públicos e institucionales y las segundas, las epístolas, en estrecha relación con los archivos privados o personales. Así, el archivo del Museo San Telmo y los documentos que dan forma al archivo personal de José María Sert se convierten en verdaderos protagonistas en el desarrollo de la intrigante acción.

 Archivo del Museo San Telmo
Es este el primer archivo que es aludido en la novela, hecho que no ha de resultar extraño si tenemos en cuenta que buena parte de la acción se desarrolla en este espacio expositivo al que se encuentra anexa la iglesia erigida bajo la advocación del milagroso San Telmo, patrón de los marineros:

«…para el segundo día de trabajo, Enrique escogió el archivo histórico…El documento de referencia eran las actas de la Junta de Gobierno del Museo San Telmo…Al estar digitalizadas, su trabajo se simplificó notablemente…» (p. 188)

museo san telmo archivo

Archivo digital del Museo San Telmo desde el que podemos acceder a las actas consultadas por el protagonsita de la novela.

La consulta de esta documentación, fundamental para el mejor conocimiento de una institución de este tipo, proporcionará información al escritor protagonista. El acceso novelado, tal como se nos informa, se produjo de manera digital al contar el archivo con este material en formato electrónico. Lo más interesante es que esto no forma parte de la ficción. Efectivamente las actas de la junta del Museo San Telmo están digitalizadas y accesibles a través del sitio web de la entidad museística, pudiéndose realizar búsquedas que hacen más rápida la investigación. Invitamos a todos los interesados a consultar esta documentación e incluso podemos acceder a esos libros V y VI que fueron objeto de consulta por el protagonista del relato del que nos ocupamos. En esta ocasión el archivo y los medios reflejados en esta novela son reales poniéndose de manifiesto que su autor conoce el ámbito documental en el que se desenvuelve la acción.

Visita al Museo San Telmo en la que podemos contemplar los espacios novelados en «El restaurador de arte»: claustro, iglesia, biblioteca…(https://youtu.be/tg6Xajb_EgU)

Archivo personal de José María Sert
Los archivos privados están representados en esta ocasión por el volumen documental generado y reunido por el pintor José María Sert a lo largo de su trayectoria personal y profesional. De hecho, tal como se afirma en el texto: «…Los herederos del pintor guardaban una gran colección de cartas manuscritas, anotaciones y bocetos de la mano original de José María Sert…» (p. 109). Pero no hay que olvidarlo: estamos ante un archivo personal y rápidamente se nos sitúa ente esa cruda realidad que todos los investigadores y archiveros conocemos: «…el archivo familiar de Sert no es un archivo público al que puedas acceder así como así…» (p. 194). De hecho se afirma: «…no podrás acceder con facilidad al archivo…” (p. 195). Es obvio que todos conocemos las dificultades que entraña la consulta de un archivo privado y en esta ocasión no iba a ser una excepción. La amistad con los propietarios, la insistencia constante o, como ocurre en este caso, acudir con el aval de una institución de prestigio pueden abrir las puertas con más facilidad; pero no siempre es tarea fácil, revelándose nuevamente el autor como un buen conocedor de la realidad archivística imperante.

Del archivo personal de José María Sert, conservado por su familia en Barcelona, interesa al protagonista de la acción la sección «Correspondencia» porque es en las cartas donde «…se mezclaban con idéntica medida los asuntos profesionales con los personales…» (p. 111). La carta es, como hemos insistido en otras ocasiones, una tipología muy habitual en los archivos privados conteniendo, en efecto, una información de gran interés que posiblemente no podamos hallar en otros documentos. De hecho, también en esta novela se hace referencia a la consulta de las cartas de Zuloaga, conservadas en el museo del pintor, sito en Zumaia, puesto que se intuía que podrían localizarse allí datos sobre la relación profesional mantenida entre ambos artistas. La carta, sin duda, es una fuente inagotable de datos de interés.

Otros archivos
Pero el periplo archivístico del restaurador y del escritor protagonistas del relato no queda ahí. Así, archivos históricos provinciales, el archivo privado de la familia Wendel  e incluso los Archives Nacionales (París) son visitados entre las páginas del libro… un libro muy archivístico.

Sin embargo, es verdad… hay muchos archivos y pocos archiveros. En efecto, no se hace referencia a la existencia de archiveros –sí de bibliotecarios- que se ocupen de esos depósitos documentales aludidos, hecho que no es más que una muestra de la realidad imperante en nuestro país con respecto a unos profesionales que, aunque un poco más visibles ahora, debemos continuar reivindicando nuestro papel porque… por muy digitalizados que estén los documentos si no hay un archivero que los describa poco se agilizará su consulta.


Agradecemos a Natalia Ferrando, historiadora del arte e integrante del Departamento de Educación y Acción cultural del Centro de Arte La Regenta (Las Palmas de Gran Canaria),  la cesión de la imagen del interior de la Iglesia de San Telmo (San Sebastián).


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8 de marzo: Alicia Batista Couzi, una mujer de Cultura

El día 8 de marzo está íntimamente ligado a la reivindicación y valoración de la actividad laboral desarrollada por las mujeres. Lo que empezó siendo el día de la mujer trabajadora ha derivado en la celebración del “Día Internacional de la mujer”, sin que por ello haya disminuido, no obstante, el interés por visibilizar a la mujer como un importante activo en todos los ámbitos del trabajo. Hoy no hablaremos de archivos… pero sí de Cultura, ámbito muy vinculado a la archivística.

Alicia Batista Couzi © Nacho González

Alicia Batista Couzi
© Nacho González Oramas

Porque hoy no podemos dejar pasar este día sin dedicárselo a una de esas mujeres que desde la esfera de la Cultura ha desarrollado durante muchos años en Las Palmas de Gran Canaria –y por extensión en el resto del Archipiélago–, una constante actividad en la gestión, defensa y, sobre todo, en la difusión del patrimonio cultural. Nos referimos a Alicia Batista Couzi que, tras 11 años al frente del Área de Cultura de la Fundación Mapfre Guanarteme (Las Palmas de Gran Canaria), ha concluido su actividad laboral el 28 de febrero de este mismo año.

Conocí a Alicia Batista allá por el año 1994 sentado en torno a una mesa de trabajo en el Centro Atlántico de Arte Moderno. Yo, entonces becario de investigación de la ULPGC, contaba con 25 años –¡cómo pasa el tiempo!– y, sin duda, era la primera reunión de ese tipo a la que acudía. Ella estaba allí como responsable del Departamento de Educación y Acción Cultural del CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno), y desde el primer momento, a pesar de su enorme experiencia en el ámbito de la didáctica nutrida de su primera actividad como maestra, se mostró cercana, amable y entusiasta, actitudes que se presuponen en cualquiera pero que no tienen por qué ser, no obstante, habituales. A partir de entonces, y han pasado ya 20 años de aquella primera aproximación, mi evolución en el mundo del arte y, ante todo, en la comunicación sobre arte –porque fui historiador del arte antes que archivero– han crecido, en buena medida, gracias a su apoyo incondicional, hecho que revela una generosidad que está muy por encima de cualquier valía profesional. Recuerdo mi primera charla titulada “Kandinsky: De lo espiritual en el arte”. Así de inconsciente y arriesgado fue uno en su juventud, pero eran esos riesgos los que ella siempre ha compartido y defendido con su energía habitual, animándonos a todos a hacer nuevas propuestas y superarnos. Aquel 15 de febrero de 1995 di a conocer lo mejor que pude la obra del gran Kandinsky en el contexto de los todavía recordados por todos “Cursos de iniciación al arte contemporáneo”… pero no sólo mostré la obra de uno de mis pintores favoritos. Ese acto me permitió conocer a una gran mujer. Ahí estuvo Alicia para, con su seguridad, cariño y entusiasmo, transmitirme todo el aplomo que necesitaba un veinteañero tan inexperto como yo en aquel momento. Después de ésta, vendrían otras muchas colaboraciones a través de las que fui creciendo, tanto en lo personal como en lo profesional.

Tras su, recordada por muchos, actividad en el CAAM se hizo cargo de la dirección del Área de Cultura de la Fundación Mapfre Guanarteme. Durante los últimos 11 años al frente de esta sección de la Fundación su labor no solo no ha mermado sino que, por el contrario, ha ido in crescendo, diseñando programaciones a través de las que se ha manifestado su propensión a valorar la juventud y la diversidad, a tener en cuenta las opiniones de otros y a querer mejorar día a día. Esa “mejora continua” –que hoy diría un experto en calidad y evaluación– puede ser aplicada a una mujer que ha dejado huellas imborrables, siempre positivas en mi caso, por donde ha pasado y sobre quien la ha tratado.

Alicia batista Couzi 02

Alicia Batista el 25 de febrero de 2016 en la inauguración de la exposición MYRMEX. Dulce Abreut Cabrera.
© Nacho González Oramas

Alicia Batista Couzi: una mujer, una trabajadora, una profesional… Como ella misma afirmó el 11 de febrero en la inauguración de la exposición Manolo Millares ilustrador. Divertimentos de intimidad –una de las últimas presentaciones a la que  acudió como directora de Cultura de la entidad– ahora concluye un ciclo, pero se abre una nueva etapa en la que “…no cesará en su actividad profesional…”. Lo hará desde otra situación, desde otro punto de vista, desde otros espacios, pero siempre desde la libertad que siempre la ha caracterizado. Podrá dedicar más tiempo a sus cosas, pero seguro que nunca descuidará la Cultura, porque su compromiso va más allá de fichar diariamente en la oficina, porque ella ha formado y continuará formando parte, no sólo de mi historia personal, sino de la Historia de la gestión cultural de su ciudad y su isla.


Agradecemos al fotógrafo Nacho González Oramas la autorización para la reproducción de las imagenes que acompañan este texto. También a Isabel Saavedra y Marta Monzón por su «apoyo logístico», hoy también es su día.


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