«El inquisidor», de Patricio Sturlese: los papeles de la Inquisición y la literatura (II)

inquisidorLa Inquisición es una institución que, por sus peculiaridades y procedimientos, ha atraído la atención de numerosos escritores, convirtiéndose esta histórica jurisdicción especial en el eje en torno al cual giran numerosas tramas noveladas, aunque no siempre el rigor histórico esté presente. De sobra está señalar que la fortuna histórica de las obras de ficción no es fruto de la casualidad, sino que tiene en la consulta de monografías sobre el tema y en el acceso a documentos históricos generados por la propia institución –y hoy conservados en archivos– sus pilares básicos.

En esta ocasión nos detendremos en la novela “El inquisidor”, escrita en 2007 por el argentino Patricio Sturlese. No nos encontramos ante un relato sobre la Inquisición Española, sino que nos enfrentamos a la lectura de una historia novelada que tiene en la Inquisición Romana su referente directo inmediato. Eso sí, sea la Española o la Romana, no faltan en esta novela, la intriga, el asesinato, el misterio, la brujería, los personajes enigmáticos y los secretos, profundizándose en esa constante relación que parece existir entre todas esas categorías, los documentos históricos y la literatura. Porque, en efecto, la trama, ambientada en los años finales del siglo XVI, gira en torno a la búsqueda de unos célebres manuscritos satánicos: el Necronomicón y el llamado manuscrito esmeralda, dos textos complementarios que otorgarían un gran poder a aquel maligno jefe de los brujos que consiguiera fusionarlos. Angelo DeGrasso, inquisidor general de Liguria y, por tanto, responsable de luchar contra la herejía en su jurisdicción, será el encargado de llevar este complejo proceso y, desde el primer momento, reconocerá la necesidad de documentarse sobre los antecedentes del tema visitando el archivo del Santo Oficio:

«…la búsqueda del proceso me llevó un buen rato. Era de esperar, pues eran muchas las causas archivadas…(…)…todo se reunía aquí, cada uno de los juicios llevados a cabo por la Inquisición se asentaba para luego ser archivado; la crónica de cada uno de los que habían caído en desgracia ante la Iglesia se encontraba en estos anaqueles» (p. 38).

A pesar de todo resulta extraño que la búsqueda le llevara «…un buen rato…», porque es conocido el celo con el que los inquisidores llevaban los archivos. Mantener el depósito de documentos organizado y confeccionar los índices onomásticos eran herramientas básicas para facilitar el trabajo procesal y para ejercitar el control de la ortodoxia religiosa, por lo que es fácil imaginar esos anaqueles abarrotados de papeles, aunque siempre organizados de manera adecuada. Pero, sobre todo, es muy acertada esa imagen a través de la que se identifica la institución con su archivo, ya que, como nos informa el autor, la crónica de todos los que habían caído en desgracia se encontraba en esos anaqueles.

Fondo Inquisición de Canarias. Archivo de El Museo Canario (Es 35001 AMC/INQ/CB-008)

Fondo Inquisición de Canarias. Archivo de El Museo Canario (ES 35001 AMC/INQ/CB-008) © El Museo Canario

Es precisamente de esas estanterías desde donde tomaría Sturlese su inspiración para describir las explícitas y duras escenas de tormento (pp. 80-88), así como para representar la escena del auto de fe (pp. 151-174) que concluye con la relajación a la justicia secular de los condenados a la hoguera. Pero, no cabe duda que la persecución de la brujería es el tema central de este relato. Las referencias a cultos y manifestaciones demoníacas son habituales, aludiéndose en varias ocasiones a los pentágonos, pentagramas o estrellas de cinco puntas, símbolo utilizado por los magos para conjurar espíritus de maldad. Esa imagen, que es hallada  dibujada en varios documentos a lo largo del libro, no es una ficción y, de este modo, podemos encontrarla en nuestros archivos, como sucede con el pentágono y círculo salomónico que forman parte de un grimorio confiscado por la Inquisición de Canarias y hoy preservado formando parte del archivo que de esta institución se conserva en El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria).

Pero será la búsqueda del Necronomicón la empresa que llevará a nuestro inquisidor a un largo viaje de ida y vuelta desde Italia a América. Nos gustaría afirmar que este volumen nigromántico fue un libro de origen medieval prohibido por la Iglesia. Estaría bien que el libro se conservara en al actualidad formando parte de un archivo, pero lo cierto es que fue una invención de otro escritor, H. P. Lovecraft, y sería utilizado como motivo de otros relatos por otros narradores, como en el caso que nos ocupa. No obstante, libros similares a este Necronomicón debieron existir y, con toda probabilidad, serían perseguidos por los inquisidores, con lo que la búsqueda de este ejemplar puede simbolizar todos esos otros libros prohibidos y confiscados por la Inquisición a lo largo de su historia. El control de la lectura llevaba al control de las ideas que los libros contenían y, por tanto, fue uno de los medios utilizados para velar por la ortodoxia y la lucha contra la herejía.

Brujos, brujas y brujería. Libros prohibidos, círculos mágicos y demonios. Herejía, tormento, autos de fe y hogueras. Inquisidores, documentos, sectas, intrigas, asesinatos y misterios. Sin duda alguna, la historia contenida en los archivos ofrece fuentes de inspiración inagotables para los novelistas. Archivos y literatura una alianza que nos enriquece a todos.


Acerca de Fernando Betancor Pérez

Archivero (El Museo Canario), Licenciado en Documentación (UC3M), Especialista Universitario en Archivística (UNED), Licenciado en Geografía e Historia (ULL) Publicaciones
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