Las «trece rosas» en siete momentos documentales: el archivo de las víctimas

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© Fernando Betancor Pérez

«…¿De qué sirve la paz si no tenemos libertad? ¿Para qué queremos paz si no hay dignidad? …tenemos que luchar hasta el final…«

Así arranca la película “Las trece rosas”, dirigida por Emilio Martínez-Lázaro (2007). Dos jóvenes republicanas de izquierdas, Virtudes y Carmen “la peque”, en los momentos previos a la victoria del  ejército nacional, intentan transmitir a un grupo de ciudadanos la importancia de ser libres, la absoluta necesidad de luchar por la libertad.

Sin embargo, aquella enérgica esperanza de las primeras secuencias poco a poco se irá transformando en hondo pesar, en profunda angustia y en impotente rabia: aquellas mujeres –a las que se sumarán otras defensoras de sus mismos ideales-, asistirían perplejas a que su futuro -y su vida-, se vieran truncados a raíz de las absurdas y bárbaras represalias padecidas tras la victoria del bando nacional.

Pero…¿qué relación tiene esta historia con los archivos? Los documentos de archivo, aunque muchas veces no nos paremos a reflexionar sobre ello, forman parte de nuestra vida y nos acompañan en nuestro día a día reflejando sobre el papel actos, pensamientos, imágenes… En cada uno de ellos está encerrada una pequeña –o gran- parte de nuestra existencia. En esta ocasión las cosas no iban a ser diferentes. Así, a lo largo de la película, junto a los acontecimientos narrados, paralelamente son introducidas pequeñas pinceladas archivísticas y documentales que, en algunos momentos, sirven como hilo conductor al director para ilustrar y documentar esta terrible –aunque real- historia. Estamos ante el archivo de las víctimas, ante las vidas de las torturadas, ante los siete momentos documentales de una dura existencia.

Primer momento: los papeles de la huída
En el momento de producirse la victoria de los nacionales fueron numerosas las personas que huyeron del país. El temor a ser represaliados por su ideología afín a la vencida República animó a un segmento de la población a abandonar sus hogares dejando tras de sí parte de su historia personal. Sin embargo, sus papeles personales van a acompañarlos en su huída, quedando patente, en la agitadas secuencias del forzoso traslado, cómo las carpetas de documentos, que son alojados en los portabultos de los automóviles, eran considerados lo suficientemente importantes como para llevarlos consigo, conocedores de que aquellos papeles eran parte de su propia vida y guardaban su memoria.

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© Fernando Betancor Pérez

Segundo momento: los papeles del Círculo
En un ordenado cajón de un fichero se guardaba, en forma de tarjetas de cartón, la peligrosa información personal –tal como advierte Teo, uno de los protagonistas masculinos de la película- de las integrantes del Círculo Aida Lafuente. Era ésta una asociación que aglutinaba a mujeres de izquierdas y libertarias que rendían homenaje a Aida Lafuente, símbolo y referencia para las comunistas en Oviedo y, por extensión, en España. No hay que olvidar que la “rosa” Julia Conesa  era originaria de la capital asturiana, hecho que refuerza aún más la presencia del Círculo. Pues bien, en el interior de aquel cajón se encontraban las fichas personales, con sus correspondientes fotografías de identificación, de las integrantes de la asociación. Esas mismas fichas, creadas con un fin meramente organizativo e interno, se convertirían en documentos básicos para la localización de las “subversivas mujeres comunistas”. Aunque las tarjetas de socias aparecen al inicio de la trama, volverán a surgir en el momento de la detención y la tortura, al ser utilizadas como prueba para corroborar la filiación de izquierdas de las detenidas.
Este  segundo momento documental supone un presagio. En él se nos presenta a cada una de aquellas mujeres que tendrán un papel protagonista y desafortunado a lo largo de la historia: Virtudes, Carmen, Adelina, Julia –ejes de la trama fílmica-,  Dionisia, Ana, Martina, Victoria, Pilar, Elena, Joaquina y Luisa. A ellas hay que sumar a  Blanca, que,  aunque ajena a la situación de las anteriores, fue considerada una más de aquellas “peligrosas” mujeres.

Tercer momento: los papeles del mando
El bando leído en voz alta por el jefe de la Guardia Civil, padre de Adelina, supone un nuevo encuentro con los documentos. Este tercer momento queda, además, remarcado por el hecho de que aquella orden fuera leída por el superior al resto de la tropa, hecho que pone de relieve que aquel tipo de papeles contenían una información para ser comunicada oralmente y no solo para ser leída, hecho que otorga otra categoría al documento que va más allá de la simple lectura introspectiva.

Cuarto momento: los papeles subversivos
La propaganda política está presente, no podía ser de otra manera, en un film de estas características. Los papeles políticos y subversivos aparecen en diversas ocasiones, asiduidad que nos hace pensar en lo importantes que eran en aquel contexto. Julia Conesa es la primera que saca a relucir aquellas hojas impresas a las que denominan “papelotes” en el instante en que se dispone a quemar en el interior de una bañera todas las octavillas contrarias al bando fascista que almacenaba en su casa y guardaba bajo la cama. Posteriormente, algunas de las trece rosas tirarán panfletos al aire ante las oficinas de Auxilio Social, hecho que marcará el principio de la detención de algunas de ellas. Finalmente, volverán a resurgir las hojas sueltas en un taller clandestino de impresión.
La importancia que tenían este tipo de papeles en la vida diaria de aquellas mujeres está fuera de toda duda. Lanzar octavillas al aire era uno de los pocos medios que poseían para poner de manifiesto su espíritu contrario al régimen establecido, razón por la que aquellos pobres “papelotes” quedarían también en su memoria, formando parte de sus vidas.

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© Fernando Betancor Pérez

Quinto momento: los papeles del delito
Las pruebas documentales que servían para sostener las acusaciones y para probar los delitos de que eran acusadas las «trece rosas» son mostradas en diferentes ocasiones a lo largo del metraje fílmico. Las ya citadas fichas del Círculo Aída Lafuente se convirtieron en una fuente preciosa para aseverar la filiación socialista y comunista de algunas de aquellas mujeres, siendo mostradas a las detenidas para facilitar su confesión.
Las fotografías son también utilizadas como prueba certera del delito. El hecho de que una detenida figurara en una instantánea acompañada por otra mujer u hombre implicaba que ambos compartían las mismas ideas, razón suficiente para impulsar la acusación y la posterior detención.
Fichas e instantáneas fotográficas (copias sobre papel en blanco y negro) podemos considerarlos esos elementos que, aunque formaban parte en su origen de la vida cotidiana de aquellas mujeres, se convirtieron, en manos de los nacionales, en armas muy efectivas para la represión.
Finalmente, las declaraciones y confesiones –en muchas ocasiones de amigos y vecinos- recogidas por la policía, servían como prueba para comenzar las detenciones y las torturas. Es el caso de Blanca Brisac, a quien se le muestra una declaración escrita que, supuestamente, le acusa de haber estado relacionada con grupos republicanos. El documento era legal y válido y, aunque su contenido no lo fuera con toda probabilidad, surtió el efecto deseado y Blanca terminó sus días frente a un pelotón de fusilamiento.

Sexto momento: los papeles del presidio
El ingreso en la prisión de Las Ventas (Madrid) supone un nuevo momento documental. El acceso a la cárcel llevaba aparejada la confección de una ficha de ingreso que era mecanografiada por una adusta funcionaria. Estas fichas carcelarias se erigen en una fuente de gran interés para el mejor conocimiento de las detenciones y encarcelamientos producidos en aquellos años, hecho por el que adquieren un papel muy significativo en este contexto. Las «treces rosas» habían tenido antes otra ficha, la del Círculo Aida Lafuente. Ahora tendrían ésta: la del presidio. La primera, símbolo de la libertad; la segunda imagen del duro sometimiento.

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Carta de Blanca Brisac a su hijo.
Fuente: Periódico El Mundo.

Séptimo momento: los papeles del adiós
Los seis momentos precedentes no son más que la antesala de este séptimo y último momento documental. El instante del adiós se convierte en el más intenso de la acción. Las ya juzgadas y condenadas, previa confesión con el cura de la prisión, se disponen a escribir una carta dirigida a sus seres queridos. Una misiva en la que describen el dolor, la impotencia, la desesperación y la angustia con que viven esos últimos momentos de vida. Entre esas cartas no podemos evitar detenernos en la redactada por Blanca a su hijo, epístola de la que conocemos su original, escrita a lápiz sobre papel. Es esta una carta en la que podemos identificar los elementos diplomáticos propios del género epistolar:

Data:  5-9-1939 (día de las Nieves)
[Figura septiembre por error, pero fue redactada en agosto]
Salutación y destinatario:  Querido, muy querido hijo de mi alma
Cuerpo : En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de tu papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos.
Fórmula de despedida:  Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de un infinidad de besos, el beso eterno de tu madre
Firma:  Blanca

Ese muero «…sólo por ser buena…»,   de Blanca; o el «…que mi nombre no se borre de la historia…» con el que Julia Conesa conluye su misiva, resumen la historia de estas mujeres: no eran culpables y la historia se ha encargado de mantener viva su experiencia vital. Libros, documentales y películas se han encargado de acercarnos la tragedia vivida por las «treces rosas». Sin embargo, tanto los libros y las películas como los documentales, se han nutrido de un material sin el cual poco o casi nada podría haberse realizado: los documentos -representados aquí a través de siete momentos-, porque, de una u otra forma, siempre están participando de nuestra vida.



Si quieres saber más sobre las «trece rosas»:
  • Ferrero, Jesús: Las trece rosas. Madrid : Siruela, 2003

Acerca de Fernando Betancor Pérez

Archivero (El Museo Canario), Licenciado en Documentación (UC3M), Especialista Universitario en Archivística (UNED), Licenciado en Geografía e Historia (ULL) Publicaciones
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6 respuestas a Las «trece rosas» en siete momentos documentales: el archivo de las víctimas

  1. Pingback: Las “trece rosas” en siete momentos documentales: el archivo de las víctimas | El archivo: la gestión de la memoria | Blog de Ana María Palos

  2. tataranietos dijo:

    Un artículo muy bueno, gracias por él!

  3. Javier L.V. dijo:

    No vi la película y eso que voy todas las semanas al cine. Y no la vi por aquello de que la demagogia se conoce desde Aristóteles y desde él se sabe que se usa para convencer, o mejor, manipular, a los pobres de espíritu, a aquellos que faltos de mayores luces se guían y convencen mediante apelaciones a sentimientos, emociones, miedos o esperanzas. En definitiva, apelando a lo sentimentaloide como Sálvame o los ensayos, autobiografía, o lo que sea, de Belén Esteban. Pero hablando de papeles, sí que leería con gusto la causa junto con muchos otros procesos militares para formar mi propia opinión y no la que se quiere que forme pretendiendo introducirme en un bucle sentimentaloide de los de llorar a moco tendido.

    Tras la promulgación de la ley de memoria histórica se concedieron un porrón de subvenciones a asociaciones y proyectos universitarios, con los que tengo la convicción moral que demasiados se pusieron las botas escribiendo la historia al gusto del que paga o subvenciona. De hecho, en algún sitio leí que sólo el 13% de las subvenciones se dedicaron a exhumar restos, cosa a la que nadie se opone y con la que se coló de rondón dicha que en realidad pretende llegar a lo que Gramsci denominó hegemonía cultural. Por todo ello creo que si no se quisiese manipular ni crear redes clientelares y de poder, buena parte de ese dinero estaba mucho mejor empleado en digitalizar las causas, colgarlas en la red para que así la gente pudiese salir de lo sentimentaloide y formar su propia opinión, comprobando que la gran mayoría de las penas capitales afectaban a dirigentes, a los que a diferencia de lo que sucede en nuestros días, se les exigía mayor responsabilidad que a los dirigidos; o bien a sujetos responsables de delitos que repugnan a cualquier conciencia honrada, sea cual fuere su ideología: responsables de asesinatos, violaciones, profanaciones, latrocinios, etc. Incluso creo que llegaría el dinero para digitalizar las causas de posguerra en las que la llamada guerrilla, dirigida desde Francia y la URSS por el PCE, se comportaba como la ETA asesinando, extorsionando, secuestrando, poniendo bombas, etc. Bueno, que yo recuerde, la ETA no torturaba y la guerrilla sí mediante acciones que denominaban «apaleamientos». De hecho, el PCE fue ilegalizado en Francia debido a estas actividades criminales en 1950. Perdón por la chapa.

    • Javier L.V. dijo:

      Donde dice «se coló de rondón dicha que en realidad pretende», debe decir «se coló de rondón dicha Ley que en realidad pretende». Perdones mil 🙂

    • Fernando Betancor Pérez dijo:

      Muchas gracias por su comentario sobre el papel que desempeña la digitalización de documentos como medio de difusión y como elemento a través del que se puede facilitar la investigación. Sin embargo, ni esta entrada ni este blog han sido creados con una finalidad política. La película es una excusa para tratar sobre archivos.

  4. J Vicente L T dijo:

    No conozco el asunto, pero se debería saber la verdad y menos demagogia, tal vez se hiciera justicia.

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